Wu Zetian

Wu Zetian
Emperatriz china; empezó de concubina y acabó de emperatriz. Casi como nuestra Leticia.

martes, 24 de abril de 2012

De princesas y ladronas...

Dos temas me rondan hoy por la cabeza, y al no saber cuál me parece más interesante he decido que compartieran espacio, que si bien el capitalismo no nos enseña a compartir -de hecho siempre y desde la escuela nos obliga a competir, a competir con el resto del alumnado y a jerarquizarnos: tú eres más inteligente, ella más rica, etc. o nos enseña a querer ganar, y en lugar de educarnos para que entendamos que una persona encima de la otra pueden llegar más alto nos permiten creer que ganas si estás encima y aplastas a quien está debajo, sin que entendamos que una vez aplastada la persona que nos sostiene acabamos al nivel del suelo, sin haber realmente ganado nada- así hoy y aquí princesas y ladronas compartirán espacio.

De princesas no pretendía hablar pero el domingo, trabajando, vi cómo tres niñas se tiraban en el bonito parque sus fotos de comunión. Largos vestidos blancos, de vuelo ancho y tejido suave. El pelo suelto, y o bien con un pequeño recogido en la parte superior de la cabeza que dejaba el rostro limpio o bien sin el recogido y el pelo al viento que a ratos se comían sin querer. El fotógrafo o la fotógrafa las perseguía o las anticipaba y ellas, como en una pasarela, posaban felices. De gestos artificiales -aquellos gestos que ustedes pueden imaginarse aún y no haberlas visto, aquellos gestos tópicos y supuestamente coquetos- sonreían y se creían princesas. Las tres madres se miraban a sus retoños felices, imaginándose el día en que serían mayores y serían las fotos de su casamiento las que se tirarían en ese parque. De novias también hemos tenido allí. Parejas heterosexuales que acaban de casarse o se casarán y se tiran aquellas fotos hieráticas que colgarán en el salón de su casa. Aquellas fotos artificiales cuyas posturas han sido decretadas por fotógrafoas que reproducen las mismas veleidades supuestamente de enamorados y enamoradas en todos los trabajos de casamientos. Aquellas fotos que encontrarás colgadas e iguales si cambias las caras en todos estos hogares "familia Nestlé". Pues sí, las niñas, inocentes, allí, empiezan a creer en los principes azules. Se hacen mujeres vestidas de novias, las mismas novias y princesas que ven en esas películas de disney donde la madre está muerta y la madastra es una hija de puta y ella, la princesa, encuentra al hombre ideal en un mundo ideal. Allí las niñas entran, con la comunión, a formar parte de esta secta católica y machista donde su lugar es el hogar y su función viene determinada por ese útero aún inactivo. Allí aprenden qué tienen que esperar de la vida y quiénes son. No habrá suficiente príncipe para tanta princesa pero lucharán por conseguirlo, se pondran más guapas y dejarán más largo su pelo. El amor guiará sus almas y serán abnegadas en el altar de la falsa romanticidad. Devotas no creen en cupido sino en la monarquia y Dios. Aunque no lo saben, y como pequeñas novias empiezan tan temprano a aprender qué deben y qué no deben hacer y ser. Cómo deben comportarse, qué se valora de ellas y qué deben esperar. Desde dentro del palacio las miraba entristecida y me preguntaba si sabían que lo único que podrían hacer ellas en un palacio sería, como yo, trabajar. Que no existen castillos ni príncipes ni caballeros, que no necesitan de nadie y que su objetivo no debe ser enamorarse, casarse y reproducirse. Que en lugar de pretender ser princesas deben querer ser científicas y entender porqué la flor roja al lado de la cual se tiran fotografías no es amarilla como todas las que le rodean. Porqué al fin y al cabo es absurdo: de princesas sólo hay una y ya sobra y ya se pide su recensión de contrato inmediato junto con toda su trepa monárquica, falsa, tonta, campechana y medio retrasada mental después de tanta poca combinación del acervo genético en tantos años. Y en cambio nunca habrá suficientes científicoas para contestar las miliones de preguntas que alguna gente nos hacemos. La curiosidad humana no tiene límites.

El tema de las ladronas se me ocurrió el otro día, después de leer un blog y una conversación con un amigo. En el blog la mujer comentaba que ella era acusada por sus amistades de romper matrimonios porqué se veía y mantenía relaciones sexuales con un varón casado que tenía con su esposa una niña pequeña de dos años. Ella admitía haberse sentido mal en un principio y haber creído conveniente romper cualquier tipo de relación con el tipo en cuestión, pero que después, y pensando las cosas con lógica, se había dado cuenta de que ella no estaba casada, que ella no estaba destrozando nada y que ella no tenía por qué sentirse culpable: era el varón en cuestión que era una persona desdeñable si habiendo prometido fidelidad le hacía eso a la persona que supuestamente amaba. Ella no tenía relación alguna con la mujer del tipo y no debía nada a nadie. Ella era libre de hacer lo que quisiera. Lo leí, pensé que tenía razón y lo aparqué dándole vueltas a momentos, hasta que hace poco un amigo me dijo que al final tendría sentido que se me acusara a mí de ladrona de novios si continuaba con esta actitud, aunque francamente ni clara tengo la actitud que supuestamente puede ser considerada nociva ni he robado nada a nadie. Pero me hizo pensar: yo era una potencial ladrona. Quiero decir yo podía robar a una persona. Como si la persona no quisiera irse conmigo en el caso en que conmigo se fuera. La culpa y la agencia del tipo en cuestión es nula. Él es una víctima, un objeto que yo, con mis armas de mujer arpía robaba. Casi de noche, entrando sigilosa, lo cogía con mis urpas y mis uñas afiladas y me lo llevaba. No es él que teniendo novia la deja vilmente o le mete los cuernos para irse con otra mujer, no. Es que la mujer ROBA el novio de la otra. No tengo muy claro si los varones roban las novias de sus amigos o son ellas unas zorras o putas que meten los cuernos a su novio o lo dejan por otro, o si suele ser un poco de las dos cosas. Lo que está claro es que parece ser que como mujeres libres si nos vamos con un varón comprometido somos nosotras las rompe matrimonios o las roba novios, siendo, como todo el mundo sabe, el pobre varón una víctima inocente preso de la sexualidad desenfrenada y putanesca de las pérfidas e hipersexualizadas e incontroladas solteras que diablesas vamos robando, tentando y haciendo caer en la perdición a pobres varones. Cuidado castas esposas, fideles novias; cuidado incautos esposos, inocentes novios. Podemos ser cualquiera que no tenga un protector/controlador masculino al lado. Como las brujas. ¿Empezarán nuevamente las hogueras?

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