Wu Zetian

Wu Zetian
Emperatriz china; empezó de concubina y acabó de emperatriz. Casi como nuestra Leticia.

viernes, 6 de abril de 2012

Sexo

El otro día leí una muy interesante entrada en una revista on-line en la que la autora, con una fina y sútil ironía, hablaba sobre su vecino y vecina de arriba y sobre el sexo que practicaban en cualquier momento del día y de la noche. Sin alargarse demasiado describía el chirriar monótono de la cama y los gemidos archiconocidos de la mujer y a partir de aquí reflexionaba sobre la convencionalidad del sexo y el tópico del sexo, aprendido a través de las mil y una escenas de películas -pornos y no pornos- Completamente de acuerdo con ella y tomando prestado los argumentos de varias autoras como Butler, Preciado o Espejo -de la que ya hablé- invito a la reflexión sobre nuestra manera de vivir, conceber e imaginar el sexo. En primer lugar la permisividad que nos damos a la hora de fantasear o de desear ciertas cosas: qué tan libres somos de reconocernos a nosotras y a nosotros mismos en este importante aspecto de nuestras vidas. Como dice Bourdieu, ya sólo el hecho de escoger la persona con quien practicarás el sexo no es libre. Si eres mujer será un hombre más alto que tú (qué sentido tiene -la argumentación más usual cuando se esgrime este argumento es que naturalmente la mujer busca a alguien que la proteja. En primer lugar es profundamente sexista considerar que ellas necesitan naturalmente de protección y en cambio ellos no. En segundo lugar podría entender dicho argumento si se buscara el varón más alto, pero no si tenemos en cuenta que se busca un varón más alto que la propia mujer. Si ella es baja un varón de metro sesenta ya vale, aunque en realidad éste no pueda protegerla de hombres más altos que él. Hablando sobre muchos supuestos, claro está.-), usualmente mayor de edad que tú y con más poder (almenos ficticiamente). Seguidamente se mantendrá un estipulado cortejo -no hay una sola manera pero se utilizará alguno de los modelos presentados y conocidos, ya sea el de la femme fatale, el´de la inocencia no tan inocente, etc.- para finalmente practicar el sexo, cuya finalidad será siempre la penetración. Por ello se habla de preliminares, como si el sexo fuera ´solamente el momento en que los dos aparatos sexuales diferenciados colisionan. Esto significa que el varón deberá demostrar su alta potencialidad con no sólo el tamaño de su pene sino también la duración del coito. Ella, en cambio, será juzgada por su apariencia física -y no por lo que haga, por si aguanta más o menos o demás. Eso, según Simone de Beauvoir, deja a la fémina en una situación de clara inferioridad, ya que no puede hacer nada. Es la mirada del otro quien la juzga y quien la valora. Eso, dice, mina la autoestima de ellas ya que no son plenamente propietarias de ellas mismas, no dependen de lo que hagan. Evidentemente y aunque estoy de acuerdo con los postulados de Beauvoir, claro está que en parte también su actitud tendrá algo que ver con la valoración final del coito, pero es cierto que es una presión superior para ellas y que ellas suelen esperar que se hagan cumplidos sobre su físico- Los gemidos de ella formarán parte de la performance en la que el macho se siente más macho por estar dando placer a la hembra creyéndose ficticiamente responsable y dueño de su placer. Esto provoca equivocaciones, como el hecho de pensar que una misma no tiene o no debe buscar su propia satisfacción. Finalmente acabará el sexo cuando él se corra, como si la finalidad de todo radicara en que él suelte su esperma.

La pregunta que debemos hacernos es, más allá de todo, por qué cuando se cuestiona la manera de entender el sexo se responde siempre apelando a una supuesta naturalidad que en ningún otro aspecto de nuestra vida justifica nada más. Ni defecar, ni comer, ni relacionarnos en otros ámbitos es considerado por las personas como algo que hacemos de manera natural y por ello no susceptible a cambios, a reflexiones, a debates o a relatividad. Todo en nuestra vida es cultural, excepto el sexo, que es natural, que se hace así porqué así debe hacerse porqué así estamos programadas y programados para realizarlo.
Como dice la autora del texto al que me he referido y otras autoras que aquí he citado hay un interés muy grande en controlar nuestros cuerpos y la libertad de la que podríamos gozar con ellos (no sólo sexual, sinó vital. Nuestro proyecto de vida podría cambiar radicalmente según consideráramos de una u otra manera el sexo y sus formas) a partir de imágenes, de censuras, de repeticiones que a lo largo de toda nuestra vida reafirman nuestras creencias adquiridas una y otra vez naturalizándolas. En el teatro necesitas de la otra personas para saber quién eres, qué sientes. Si te miran con los ojos entornados y la expresión dulce a una le resulta mucho más fácil sentirse y estar enamorada de su partner. Filosóficamente el ojo ajeno, el ojo que mira, el ojo que condiciona, que juzga o que acepta es y ha sido muy importante a la hora de hablar del sujeto social. Sin ir demasiado lejos Sartre habla de ese ojo. El ojo de Orwell en 1984. El ojo de Sauron, el ojo de Dios. Si bien es cierto que no podemos obligar a que esta censura y este control cierren su ojo censurador y se apague para siempre la llama que le rodea arrojando el anillo al abismo de Helm, sí podemos ignorar su poder. Que al fin y al cabo rey es quien tratado como rey es. Necesitamos una nueva revolución sexual. El movimiento hippie es pasado y ahora nos toca mirar hacia el futuro.

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